Recuerden que este material nos sirvió como marco teórico para analizar los casos. Es el mismos documento que repartí en clase( esta en fotocopidora)
Fragmento del capítulo de Carlos Reboratti Geografía y ambiente
¿Una Geografía del ambiente?
Volviendo al caso de nuestra disciplina y su fragmentación,
si nos ubicáramos en la que hemos llamado la “tradición hombre-medio”,
podríamos ver que es la que más se acerca a la construcción de un puente entre
la Geografía Física y Humana. Ese puente, de alguna manera, ha venido a
concretarse en la aparición – todavía poco desarrollada pero promisoria – en lo
que llamaríamos la Geografía ambiental o Geografía del ambiente. Esto no nos
evitaría tener que discutir, como lo hicimos antes, el que consideramos como “ambiente”,
pero cualquiera sea la postura que tomemos, parecería claro que por más “dura”
que sea nuestra posición con respecto a estudiar solamente lo natural, una
forma útil de hacerlo seria tratando de unir las posturas, partiendo de la base
de que la solución para cualquier problema ambiental no puede ser solo “física”
o solo “humana”.
Para ver cuál podría ser el papel de la Geografía en estos
temas, sería útil aproximarnos a algunos ejemplos extraídos del caso argentino.
En este país en los últimos años se han venido sucediendo
una serie de conflictos que claramente podríamos definir como “socio-ambientales”,
esto es, conflictos que se generan en la sociedad a partir de la detección de modificaciones
en el ambiente que a su vez impactan sobre la sociedad. Hay tres casos que son
las más evidentes: un conflicto por el uso de los recursos minerales con el
sistema de cielo abierto, otro generado por la reacción ante la construcción de
una fábrica de pasta de celulosa y finalmente otro generado por la
contaminación hídrica en el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Los tres se ubican en regiones distintas, tiene una
extensión territorial que podríamos considerar de escala local, se originan en problemas
ambientales diferentes y han tenido desarrollos divergentes.
La contaminación de los ríos que atraviesan el Área
Metropolitana de Buenos Aires no es un tema nuevo, ya que se registran quejas
de los vecinos por los olores nauseabundos desde comienzos del siglo XIX. Sin
embargo, el problema se agravó a partir del acelerado crecimiento de la
metrópolis que
comienza a mediados del siglo pasado, crecimiento que se
hizo sin una planificación urbana ni zonificación territorial de usos de la
tierra, ni mucho menos con sistemas eficientes de control de contaminación
industrial. La gradual contaminación de las dos cuencas principales (la del
Matanzas-Riachuelo y la del Reconquista) se debió a la combinación de
diferentes factores: los efluentes
industriales no tratados, las basura arrojada por los
vecinos al curso de los ríos, la presencia de basurales a cielo abierto cerca
de las orillas, la conexión ilegal de cloacas al sistema de desagües y la
contaminación de las capas freáticas más cercanas a la superficie por el uso
masivo de sistemas individuales de disposición de aguas servidas. Esta compleja
combinación se une a un problema
territorial: el Área Metropolitana se divide en varios
municipios ubicados en dos categorías distintas: por una parte la Capital Federal,
un estado autónomo de tres millones de habitantes, y por otra una cantidad de
Municipios de distinto tamaño que pertenecen a la Provincia de Buenos Aires,
cada cual con su propia legislación y diferentes capacidades de controlar el
tema de la contaminación. Al contrario
de los conflictos que luego analizaremos, en estecaso lo curioso es que aunque
se trata de un problema que afecta a más de cuatro millones de personas (desde
el punto de vista del número de afectados, es de lejos el problema ambiental
más grave que tiene el país), no ha habido un grupo evidente de actores
territoriales que planteara el tema y presionara por su solución. Casi se
podría decir que las víctimas de la contaminación se han acostumbrado a
convivir con ella y su derecho a un ambiente sano se ha trasformado en un
derecho difuso que no presionan para ejercer. Esto no quiere decir que el tema
no se haya planteado, pero los encargados de hacerlo han sido otras instancias
institucionales, como ONG ambientalistas no locales, y principalmente la
Defensoría del Pueblo de la Nación. Por su parte el gobierno nacional, a través
de la Secretaría de Ambiente, ha tratado de encarar la solución del problema
mediante la conformación de una comisión ejecutiva, pero la ineficacia de este
organismo ha sido tal que ha recibido un severo apercibimiento por parte de la
Corte Suprema de Justicia. En este caso no se ha
logrado una solución al problema, y esta solo planteado,
pero es evidente que esta solución no es un problema solo técnico (Argentina,
2003).
Como todos los temas ambientales, este tiene tales
características que hacen imposible que sea analizado y mucho menos solucionado
apelando a una sola aproximación disciplinar. Una geografía ambiental amplia de
miras encontraría aquí un excelente ejemplo donde los temas específicamente
técnicos
referidos al ambiente natural (nivel de base ambiental,
origen y grado de contaminación, posibles soluciones) se mezclan con otros de
tipo territorial (la fragmentación de las responsabilidades administrativas),
social (la inacción de los afectados directamente) y política (el diseño de una
estrategia
efectiva de acción para limpiar los ríos).
Un caso diferente fue el conflicto generado en la Patagonia
alrededor de la posible instalación de una mina de oro a cielo abierto. A
partir de mediados de los noventa, y merced a una nueva ley de promoción
minera, las inversiones extranjeras de ese sector se vieron ampliamente
favorecidas, con
la intención oficial de la puesta en valor de los grandes
yacimientos de minerales que existían en el país y que nunca se habían
explotado. Las características de los mercados internacionales, su preferencia
por minerales como el oro y la plata, los adelantos técnicos y la gigantesca
escala de las compañías mineras hicieron que la forma de explotación que estas
prefirieron era la del tipo de “cielo abierto”, esto es, la remoción de grandes
masas de material para la extracción química de cantidades relativamente
pequeñas de los minerales ubicados en ellas con bajo tenor, utilizando asimismo
un gran volumen de agua. Hasta fines de los 90, esta actividad era
relativamente desconocida en el país, así como lo eran los potenciales
problemas ambientales que se podían producir. Uno de los lugares elegidos por una
compañía internacional minera se encontraba en la Patagonia, más precisamente
en el ecotono entre la selva fría y la meseta, y cercana a la ciudad de Esquel.
El yacimiento se encontraba cerca de esa ciudad, y cuando se hizo público el
tamaño del emprendimiento, la escala de las voladuras que se iban a realizar,
el uso masivo de agua y – sobre todo – que el proceso de separación del oro se
iba a realizar utilizando cianuro, se generó un movimiento espontáneo de
rechazo al emprendimiento, que tomó un ímpetu desconocido en este tipo de
temas.
Aun cuando la explotación había sido aprobada por el
gobierno provincial, la realización de un referéndum entre la población local
que dio como resultado un masivo rechazo, y el hecho que el movimiento
ambientalista formado se organizó para hacer llegar hasta la propia Corte
Suprema de Justicia su reclamo, hizo que finalmente la empresa diera marcha
atrás con el proyecto, que nunca se llevó a cabo (Reboratti, 2008).
En este ejemplo hay varios elementos importantes. Por un
lado, que aun cuando la empresa manejaba cifras que indicaban que el impacto
ambiental iba a ser muy bajo, los ambientalistas poseían otras que mostraban lo
contrario, lo que muestra algo que a veces los investigadores provenientes de
las
ciencias exactas y naturales se les hace difícil entender,
y es que la ciencia ha perdido buena parte de su capacidad de aparecer como un
árbitro objetivo e imparcial, y que distintos sectores se pueden apoyar en
datos contradictorios que pueden tener el mismo cariz de seriedad. Relacionado
con esto, en este
tipo de conflictos lo que la población – o la parte de ella
interesada en el tema – cree sobre los temas ambientales (sean eventos
catastróficos o los impactos generados por la actividad económica) es tanto o más
importante que lo que realmente podría suceder. De aquí podríamos extraer una
primera conclusión:
una producción minera (o de algún otro tipo) de similares
características va a tener mayor o menor aceptación en contextos geográficos y
sociales distintos. En el caso de la minería a cielo abierto, en la misma
Patagonia hay en explotación, en otras áreas, varios yacimientos en plena
actividad que no
han generado, hasta ahora, ningún tipo de conflictos, y en
otros lugares del país la actividad a veces se ha encontrado con un gran
rechazo y en otros se ha desarrollado en gran escala. Otra vez nos encontramos con un caso donde es evidente la
necesidad de una visión que combine lo que podríamos llamar en forma muy
resumida lo físico y lo humano, tanto para acercarse académicamente al problema
como para aportar alguna solución al mismo.
Finalmente es importante analizar lo que seguramente es el
conflicto socio- ambiental más resonante en el país, el de la oposición a la
instalación de una gran fábrica de pasta de celulosa en la margen izquierda del
río Uruguay.
Desde fines de la década de los ochenta, el Uruguay había
iniciado una política muy activa de forestación con el propósito de crear una
cadena agroindustrial alrededor del tema del aprovechamiento de la madera. Como
culminación de la misma, hacia fines de la década siguiente se comenzó la
planificación de dos fabricas de pasta de celulosa sobre la
margen izquierda del río Uruguay, que es la frontera con la Argentina. Estas
fábricas respondían a inversiones de España y Finlandia, a través de compañías
de ese origen que ya habían iniciado forestaciones unos años antes. El anuncio
de la construcción de estas fábricas generó la preocupación por sus potenciales
efectos contaminantes en la ciudad de Gualeguaychú, ubicada en la margen argentina
del río, frente al sitio de instalación de dichas fabricas (aunque cabe aclarar
que allí el río tiene diez kilómetros de ancho). Esto resultó en la formación
de un movimiento ambientalista local y espontáneo. Si bien esta preocupación se
basaba en la historia de contaminación que este tipo de instalaciones había
tenido en otros países (y que todavía tiene en la propia Argentina), desde un
principio este movimiento ambiental se ubicó en una cerrada negativa a la
propia instalación de las fábricas. Pero esta posición evidentemente se
complicaba por el simple hecho de que las mismas se ubicaban en otro país, aun
cuando se compartía el uso de un mismo río. El omplejo conflicto fue creciendo
y cambiando de escala, y pasó de ser un problema local a otro internacional, a
medida que la movilización de los ambientalistas tomaba actitudes cada vez más
radicalizadas (finalmente ocuparon un puente internacional y cerraron el tránsito
en el mismo desde hace cuatro
años hasta nuestros días). Una de las fábricas decidió
reubicarse aguas abajo, pero la otra construyó la planta y comenzó su
producción a fines del 2008.
En el ínterin, la tensión diplomática entre Uruguay y la
Argentina crecía, y finalmente desembocó en la apelación al Tribunal
Internacional de la Haya.
Aunque la posición de los ambientalistas se basaba en la
potencial contaminación que iba a producir la pastera, la misma nunca pudo ser
probada, por lo que finalmente el tribunal de La Haya decidió que no existían
motivos para que la planta fuera cerrada y dio por terminado el tema. El
resultado final del
conflicto es que la fábrica de pasta de celulosa funciona
solo bajo el control ambiental de Uruguay, mientras los ambientalistas, al
jugar al todo o nada, han quedado aislados en un reclamo que ya no tiene
ninguna posibilidad de éxito, sin poder participar en el monitoreo de la
planta, y además poniendo
al gobierno nacional en una situación muy difícil al no
poder ya justificar el prolongado cierre del puente internacional más
importante que une a los dos países. (Palermo y Reboratti, 2008)
Otra vez, con este ejemplo, podemos ver como la visión
estrictamente técnica no es suficiente para solucionar los problemas ambientales,
es evidentemente un elemento de importancia, pero su utilidad solo se puede apreciar
si se la ubica en un contexto más amplio.
Conclusiones
A través de las reflexiones sobre el desarrollo de la
Geografía y de los ejemplos que hemos dado, podríamos extraer algunas
conclusiones, discutibles y no finales como deberían ser siempre ellas.
En primer lugar, creo que a esta altura del desarrollo de
nuestra disciplina, la separación entre Geografía Física y Geografía Humana (o
tal entre las geografías físicas y humanas) es insalvable. Es poco útil y
bastante fantasioso pensar que tendremos alguna vez una sola Geografía, sobre
todo pensando
que, como sucede en otras ciencias, el movimiento es
centrifugo a partir de la fragmentación de las disciplinas en distintos campos,
y que esa fuerza centrifuga, en todo caso, lo que hace es acercarnos a otras
disciplinas más que a los fragmentos de la nuestra.
En segundo lugar, ¿es esta separación y fragmentación tan
negativa? Podríamos utilizar metafóricamente la teoría del “efecto borde” de
los ecólogos para analizar como la fragmentación debilita a una disciplina,
pero a su vez como ese mismo efecto potencia las posibilidades de salirnos del
apretado
y antiguo corset del positivismo e intercambiar ideas,
nociones, conceptos y métodos con otras disciplinas que están sufriendo
exactamente el mismo fenómeno. Así, el efecto centrífugo simultáneo en varias
disciplinas puede dar como resultado la formación de nuevos y más interesantes
campos del
conocimiento.
En tercer lugar, si bien podríamos olvidarnos de buscar una
Geografía única, lo que si podemos hacer es buscar puentes que nos relacionen
con nuestros ahora lejanos colegas, y la oportunidad de la cuestión ambiental es
uno de eso puentes. Geografía Física y Geografía Humana pueden trabajar juntos
en estos temas, apoyándose la una en la otra, reforzándose por la adopción
conjunta de una visión amplia y buscando, entre otras cosas, llegar a la
comprensión de uno de los temas más acuciantes de nuestra época y que a través
de esa comprensión podamos colaborar con la búsqueda de su solución.
Fuente: Gerardo Bocco, Pedro S. Urquijo y Antonio Vieyra (coordinadores)
Geografía y ambiente en América Latina
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental
(CIGA)
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
(Semarnat)
Instituto Nacional de Ecología (INE)
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