sábado, 9 de noviembre de 2013

Contenidos para EFO

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Problemática Hídrica : Atuel

Informe Calidad de Agua en Santa Rosa- La Pampa ( Rotary- Alihuen )

El informe de Rotary analizado en clase lo pueden encontrar en versión pdf en





Flúor y arsénico: hay agua en La Pampa que nos enferma...
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El flúor en dosis elevada y prolongada su ingesta en el tiempo produce enfermedades como la osteoporosis en La Pampa
porque tiene elevadas dosis de flúor y arsénico.
FLUOR: Las dosis límites de flúor según la Organización Mundial de la Salud, son de un mínimo de 0,7 mg/lts. y de un máximo de 1.0 mg/lts., en tanto que Obras Sanitarias de la Nación admitía hasta un máximo de 2,0 mg/lts. En la Provincia de La Pampa, más de treinta localidades la concentración de flúor se encuentran por encima del límite máximo establecido por Obras Sanitarias, presentándose valores de hasta 10 mg/lts en algunas de ellas. El flúor en dosis elevada produce el deterioro de la dentadura de sus consumidores, y a medida que la cantidad va en aumento se producen enfermedades como la ostoclerosis asintomática, osteoporosis, fluorisis anquilosante, calcificación de ligamentos vertebrales, entre otras, situación que se agrava con el tiempo de ingestión.
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ARSENICO: Las concentraciones de arsénico son elevadas en La Pampa, siendo mayor la dosis cuando mayor es la alcalinidad del agua. La ingesta de agua con exceso de arsénico, origina una enfermedad denominada cáncer arsenical. Obras Sanitarias de la Nación, admitía una concentración máxima de 120 µg/l., en tanto que la Organización Mundial de la Salud recomienda 10 µg/l y en el Código Alimentario Argentino (CAA) el límite era hasta el 2007 de 50 µg/l. Desde el 2007 el CAA ha fijado para el arsénico un contenido máximo de 10 µg/l. La Ley nº 1027 de la Prov. de La Pampa fija un limite máximo para el arsénico de 180 µg/l. En varias localidades de la provincia se registran valores de 300 µg/l.
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La carencia de recursos hídricos adecuados y en cantidad suficiente ha puesto a la población de la provincia en una situación límite de peligro para la salud pública constituyendo, además, un obstáculo insalvable, para el mejoramiento regional y generación de empleo.
¡Preservemos el Agua para el consumo Humano!
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Comparación de los contenidos de arsénico en el agua de red en Santa Rosa antes y después de la conexión al acueducto del río Colorado (desde el 2001 al 2006), y su relación con los niveles de tolerancia establecidos, respectivamente, por la Organización Mundial de la Salud, el Código Alimentario Nacional y la ley 1027 de La Pampa. Los análisis de agua fueron realizados por vecinos de Santa Rosa.
¡No permitas que contaminen el Río Colorado!
Asociación Alihuen
Fuentes:
*Rotary Club Santa Rosa ¿QUÉ AGUA BEBEMOS EN SANTA ROSA?
*Ley 24805 (Sancionada el 16/4/1997 - Promulgada de Hecho el 8/3/1997 - En B.O. el 19/5/1997) CONVENIOS - Ratificase un Convenio de Aporte suscripto entre el Gobierno Nacional y el Gobierno de la Provincia de La Pampa, relativo a la iniciativa de construcción y operación de un sistema de acueductos que proveerá de agua potable a todo el territorio provincial
*Secretaría de Recursos Hídricos - Gobierno de La Pampa
*Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)
*CÓDIGO ALIMENTARIO ARGENTINO



Informe rotary

El caso Bangladesh (http://www.indiga.org/countries/bdesh_pois2.php)

BANGLADESH ENVENENADO: En busca de los culpables

Autor: Fred Pearce
(Periodista residente en el Reino Unido, colaborador del semanario The New Scientist>

Como consecuencia de un desastroso proyecto de desarrollo, el agua que consumen desde hace 30 años las aldeas de Bangladesh está envenenada con arsénico. ¿Se necesitarán otros 30 años para poner fin a esta contaminación en gran escala, la más terrible de la historia?

http://www.indiga.org/countries/pics/arsenico1.jpg   http://www.indiga.org/countries/pics/arsenico2.jpg
CUESTA CREERLO. En los años setenta, varias organizaciones internacionales, encabezadas por UNICEF, destinaron millones de dólares a la perforación de pozos tubulares en Bangladesh, a fin de procurar agua “limpia” a la población. El resultado, según un reciente diagnóstico de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es el mayor envenenamiento colectivo de la historia: la mitad de los diez millones de pozos tubulares del país están contaminados con arsénico. Decenas o incluso cientos de miles de personas están condenadas a muerte.
¿A qué se debe esta calamidad? Sencillamente a que nadie se preocupó jamás de analizar el agua para verificar sus índices de arsénico, un veneno natural que suele estar presente en las aguas subterráneas. Más grave aún: cuando un médico descubrió rastros de arsénico en el agua y cada vez más personas aquejadas de cáncer o con síntomas de envenenamiento acudieron a consultar a los facultativos, se trató por todos los medios de ocultar la relación entre esas dolencias y el agua extraída de los pozos.
¿ DE DÓNDE VIENE EL ARSÉNICO ?

El arsénico proviene sin duda de las fuentes himalayas del Ganges y el Brahmaputra. Descansa desde hace milenios en las espesas capas aluviales del delta común a ambos ríos. Según David Kinniburgh, especialista del British Geological Survey que acaba de concluir un estudio sobre la trayectoria del arsénico, la concentración de ese veneno no tiene nada de excepcional. El verdadero culpable es el tiempo. Los aluviones en esta región del globo son más espesos, más extensos y más planos que en cualquier otro punto del planeta. Las aguas subterráneas tardan cientos o miles de años en filtrarse a través de esos depósitos antes de llegar al mar. Durante todo ese tiempo, se impregnan de arsénico.

Este fenómeno explica, según Kinniburgh, que las concentraciones de arsénico varíen tanto de un pozo a otro. La mayor parte de los pozos contaminados extraen agua a una profundidad situada entre 20 y 100 metros. Si son menos profundos, permanecen sanos, pues se alimentan de agua de lluvia. Y si son más profundos, captan el agua de depósitos sumamente antiguos, que se han deshecho hace tiempo del veneno. Se necesitarán miles de años para que todo el arsénico sea arrastrado hacia el Océano Índico.
 

Numerosos manantiales subterráneos del mundo contienen arsénico. Así, en algunas regiones de Taiwán, Argentina, Chile y China se han producido epidemias de enfermedades cutáneas, gangrena o cáncer. Allan Smith, autor del informe publicado por la OMS en septiembre de 2000, estudió la epidemia taiwanesa y se basó en ella para hacer estimaciones respecto a la situación de Bangladesh, cuya gravedad, afirma, no tiene precedentes. Sus conclusiones sirvieron a la OMS para fijar los niveles aceptables de arsénico en el agua.

Hoy, con el escándalo a plena luz, nadie quiere reconocer su responsabilidad. Ni UNICEF, que lanzó proyecto y financió los 900 primeros pozos, ni el Banco Mundial, que respaldó la operación, ni las autoridades bangladeshíes, ni los ingenieros extranjeros, ni tampoco los responsables de la salud pública pensaron en analizar el agua. Los organismos internacionales que patrocinaron este desastre se lamentan hoy día amargamente y estiman que se requerirán 30 años para inventariar todos los pozos envenenados, o sea, más tiempo del necesario para perforarlos.
El origen del problema se remonta a comienzos de los años setenta. En esa época, la mayor parte de los bangladeshíes que vivían en el medio rural bebían agua extraída de ríos y estanques. Ahora bien, las bacterias procedentes de las aguas servidas desencadenaban epidemias que, según el Banco Mundial, provocaban la muerte de 250.000 niños al año. De ahí la iniciativa del UNICEF, que decidió perforar pozos para bombear el agua del subsuelo, ignorando la sabiduría popular y las advertencias de la población, que calificaba esas reservas subterráneas de “agua del diablo”.
UNICEF aduce hoy que “los procedimientos habituales en esa época para determinar la salubridad de las napas freáticas no incluían el análisis de los índices de arsénico, ya que ese elemento nunca se había descubierto en formaciones geológicas como las existentes en Bangladesh”. Tal afirmación indigna a numerosos geoquímicos, como John McArthur, del University College de Londres, para quien lo ocurrido se debe al dogma, ampliamente aceptado por responsables de la salud pública que desconocen la geología, según el cual las aguas subterráneas son necesariamente salubres.
Nadie se responsabiliza de la catástrofe
En realidad, ¿quién sabía qué?, y ¿desde cuándo? El gobierno de Bangladesh sostiene que sólo fue informado de los primeros casos de envenenamiento en 1993 y que dos años más tarde llegó a la conclusión de que se trataba de una intoxicación masiva cuya causa eran probablemente los pozos. Pero según Quazi Quamruzzaman, que trabaja en el hospital municipal de Dacca, las autoridades estaban al corriente del problema desde 1985, cuando se diagnosticaron los primeros casos de envenenamiento con arsénico entre los bangladeshíes instalados en la India, en Bengala Occidental.
El arsénico mata lentamente. Los síntomas más evidentes son heridas en las palmas de las manos y las plantas de los pies, que pueden gangrenarse y volverse cancerosas. Al mismo tiempo, el veneno ataca a los órganos internos, en especial pulmones y riñones, y provoca una serie de patologías que incluyen el cáncer. Pese a las pruebas cada vez más concluyentes de la contaminación de las aguas, no se realizó ningún estudio.
Por su parte, el Banco Mundial sostiene también que el índice de arsénico de las napas freáticas nunca se midió antes de 1993, como explica Babar Kabir, el hidrogeólogo que dirige el departamento de aguas de ese organismo. Sin embargo, Peter Ravenscroft refuta esta afirmación. Este ingeniero, que trabaja enDacca en la consultora Mott MacDonald y colaboró mucho tiempo con las organizaciones internacionales en el proyecto de los pozos tubulares, afirma que descubrió arsénico en las aguas subterráneas a fines de los ochenta y que publicó sus conclusiones en 1990. Pese a ello, hubo que esperar hasta 1998 para que la comunidad internacional aceptara por fin que le cabía cierta responsabilidad por la catástrofe.
En Bangladesh hay 68.000 aldeas, y todas están potencialmente amenazadas. El Banco Mundial anunció un estudio sobre 4.000 de ellas, seguido de la elaboración de un plan de acción para cada localidad. Este programa acelerado debía ser la primera fase de un plan de 15 años de duración encaminado a estudiar con lupa todos lo pozos tubulares del país.
Pero las organizaciones internacionales y el gobierno de Bangladesh han tardado un año en negociar el programa acelerado, cuya conclusión se aplazó así hasta finales de 2002. Y las averiguaciones efectuadas por el Correo de la Unesco revelan que esta iniciativa se empantanó a medio camino. Richard Wilson, destacado experto en la crisis bangladeshí del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Harvard, afirma que el proyecto está paralizado. Acusa de esa situación al gobierno, incapaz según él de decidir cómo gastar los fondos. Y afirma que los responsables del Banco Mundial se declaran en privado sumamente contrariados por esta inoperancia.
Sin embargo, públicamente el Banco Mundial desmiente tales afirmaciones. Khawaja Minnatullah, especialista en problemas de agua de la oficina del Banco Mundial en Dacca, afirma que el proyecto no está paralizado y que avanza regularmente tras haber superado las dificultades iniciales. Admite sin embargo que las investigaciones realizadas hasta la fecha sólo conciernen a 800 aldeas, poco más del 1% del total. Y de hecho aún no se ha encontrado una solución concreta, prosigue, pues los especialistas no han descubierto un método fiable y económico para eliminar el arsénico.
Mientras afluyen asesores extranjeros atraídos por el señuelo de un proyecto aún más importante que la perforación de los pozos, en la vida diaria de las aldeas es muy poco lo que ha cambiado. Ése es por lo menos el análisis de Dipankar Chakraborti, científico y activista indio que trabaja en el hospital municipal de Dacca : “Me parece inadmisible que la mitad de los fondos vaya a asesores la mitad extranjeros”, dice. “El país ha pasado a ser un campo de experimentación para las naciones occidentales.”
DIEZ AÑOS DE LUCHA

Dipankar Chakraborti fue el primero en lanzar la alarma internacional sobre la crisis del arsénico en Bengala Occidental, estado de la India del que es originario, y luego en Bangladesh. Actual director de investigación sobre el medio ambiente de la Universidad Jadavpur, en Calcuta, efectuó sus primeros trabajos en 1988. Durante una visita a la aldea de sus padres, en Bengala Occidental, oyó hablar a los habitantes de ciertos síntomas extraños de enfermedad. Tomó muestras del agua y las envió a la Universidad de Amberes (Bélgica), que descubrió un elevado contenido de arsénico. En 1992, Chakraborti se dio cuenta de que el problema de Bengala Occidental era sólo un pálido reflejo del flagelo mucho más grave que amenazaba a su vecino bangladeshí. En una aldea india conoció a una mujer que presentaba síntomas de envenenamiento, mientras su familia y otros habitantes del lugar parecían sanos. La mujer le explicó que había llegado desde Bangladesh después de casarse y que en su tierra algunas personas sufrían problemas similares que los médicos atribuían a la lepra. Desde hace cinco años Chakraborti trabaja con los médicos del hospital municipal de Dacca para brindar atención médica a los enfermos más desfavorecidos. Además de tratar a las víctimas, esta institución se encarga de evaluar la situación general del país y dar a conocer la epidemia en el extranjero. En abril de 2000, Chakraborti publicó los resultados de un trabajo de campo realizado por personal del hospital: en 900 aldeas de Bangladesh, la tasa de arsénico sobrepasa los topes fijados por el gobierno. Para Chakraborti, se trata sólo de “la parte visible del iceberg”.

Bangladesh mismo no reaccionó con rapidez. Las autoridades designaron una comisión que a su vez creó, en septiembre de 2000, un comité de expertos encargado “de determinar las causas de la intoxicación con arsénico en el país”, interrogante que la mayoría de los especialistas considera resuelto desde hace tiempo.
Mientras el programa oficial balbucea, numerosas organizaciones no gubernamentales se esfuerzan por subsanar esta carencia, y en primer lugar el hospital municipal de Dacca. Pero la tarea supera ampliamente la capacidad de las ONG. Shahida Azfar, representante del UNICEF en Dacca, explicó en una conferencia celebrada en mayo de 2000 en la capital que, hasta esa fecha, “sólo 250.000 pozos tubulares habían sido analizados. Si seguimos a este paso, nos harán falta 30 años para concluir la tarea”.
Es evidente ahora que incluso las previsiones más sombrías resultan optimistas. Según Khawaja Minnatullah, el primer estudio realizado en 800 aldeas reveló la existencia de un número de pozos superior en 70% a las estimaciones. “Según observaciones recientes, hay unos 10 millones de pozos contaminados que potencialmente son bombas de relojería”, precisó al Correo de la UNESCO, o sea más del doble de la cifra señalada inicialmente.
Por lo demás, en septiembre de 2000 la OMS publicó un informe en el que se estima que 35 a 77 millones de bangladeshíes beben un agua que sobrepasa el límite de salubridad, fijado en 10.000 millonésimas de arsénico por litro de agua. Según Allan Smith, autor del texto y especialista de la Universidad de California en Berkeley, “la magnitud de la catástrofe es muy superior a las de Bhopal o Chernobil”. Todavía no existe un método para determinar cuáles son los pozos salubres y cuáles los portadores de enfermedades y muerte. Un estudio realizado por David Kinniburgh, experto del British Biological Survey, que se publicó en junio de 2000, revela que en aldeas vecinas e incluso, con frecuencia, en casas de la misma localidad se bebe agua con un nivel de toxicidad muy variable, por lo que no queda más remedio que examinar uno por uno los pozos tubulares del país (ver recuadro).
Lo más probable es que la mitad de esos pozos sobrepase el tope fijado por la OMS. Según esta Organización, en algunos se registra incluso una tasa de arsénico varios cientos de veces superior a ese límite. Además, es posible que esa cifra aumente. En efecto, Dipankar Chakraborti dio a conocer recientemente informaciones inquietantes sobre el distrito de Faridpur, donde los pozos sanos analizados en 1995 están actualmente contaminados.
Aunque en general la cantidad de arsénico es muy pequeña, con el tiempo el veneno se acumula en el organismo. Los primeros síntomas físicos aparecen en las personas que han consumido agua contaminada durante diez años o más. Según las cifras oficiales, hasta el momento se han diagnosticado 8.500 casos de envenenamiento. Sin embargo, no cabe duda de que tales datos están muy por debajo de la realidad en un país de 128 millones de habitantes que en su mayoría se hallan en situación de extrema pobreza, viven lejos de las ciudades y no disfrutan de ningún régimen de atención médica estatal.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 20.000 personas corren el riesgo de morir cada año. Es difícil determinar el número de víctimas, puesto que determinados cánceres sólo se desarrollan al cabo de 20 años. Allan Smith estima que en muchas regiones del sur de Bangladesh, una de cada diez muertes entre la población adulta es imputable a un cáncer de los órganos internos debido al arsénico. La mala alimentación, la ingestión de grandes cantidades de agua (cinco litros diarios como media, según Dipankar Chakraborti) y el consumo de arroz cultivado y luego cocido con agua envenenada multiplican los riesgos.
“Hasta donde llegan nuestros conocimientos, no existe tratamiento eficaz contra el envenenamiento crónico por arsénico”, señala Quazi Quamruzzaman, del hospital municipal de Dacca. Bebiendo agua pura y con una buena alimentación pueden desaparecer las manchas de la piel características de los comienzos de la intoxicación. Pero una vez que se declaran la gangrena o el cáncer, la situación se hace desesperada. En algunas aldeas, prácticamente toda la población está envenenada; en otras solamente algunos habitantes, cuya situación es crítica: “Nadie quiere tener contacto con ellos”, resume Jinat Nahar Jitu, que trabaja en el hospital municipal de Dacca. “No pueden salir de su casa y no les permiten ir a buscar agua a pozos no contaminados. Los hombres se divorcian de sus esposas enfermas y a los niños no se los admite en la escuela en razón de un riesgo imaginario de contagio.”
Pinjra Begam vivió ese calvario. Tenía 15 años en 1988, cuando se casó con Masud Rana, empleado en una hilandería. Poco después, su piel se cubrió de manchas que se transformaron en horribles heridas y luego se gangrenaron. Su marido la abandonó. Luego se le declaró un cáncer que se propagó a los pulmones. Pinjra Begam falleció en mayo último en su aldea natal de Miapur Paschim Para, cerca del río Ganges. Tenía apenas 26 años y tres hijos de siete, cinco y uno.
Existen soluciones técnicas que permitirían suministrar agua potable a los bangladeshíes, aunque resulta difícil aplicarlas en un país pobre, esencialmente rural y con un bajísimo nivel de instrucción. Pero lo primero es inventariar los millones de pozos tubulares peligrosos. La lentitud del programa del Banco Mundiapodría resultar fatal para el país. En su informe publicado en septiembre último, Allan Smith advertía: “No hacer nada sería lo peor.” Para la mayor parte de las víctimas de la catástrofe, lo que se hace es exactamente eso: nada.
¿QUÉ HACER?

Lo primero es un gesto muy simple: marcar con pintura roja los pozos peligrosos. Los habitantes de cada aldea deben abastecerse de agua potable en los demás pozos. A largo plazo, la solución consistirá en hacer perforaciones más profundas que lleguen a napas freáticas sin riesgos. Sin embargo, son necesarios millones de dólares en inversiones para perforar e instalar depósitos y redes de distribución de agua, sin contar con que en Bengala Occidental se ha advertido que algunos pozos tubulares profundos se contaminan meses o años después de haber sido perforados. Otra posibilidad es volver a los métodos tradicionales de recolección de aguas pluviales en estanques o depósitos. Estas medidas pueden dar resultados en ciertas regiones, estima Shahida Azfar, representante del UNICEF en Dacca, “pero no llueve los suficiente como para convertirlas en la estrategia principal”. ¿Es posible tratar el agua de los pozos tubulares? En los dos últimos años se han ensayado numerosos procedimientos para filtrar el agua o aplicarle sustancias químicas, pero “aún no existe una tecnología segura y barata para eliminar el arsénico”, según explica Khawaja Minnatullah, especialista del Banco Mundial.

La mayoría de los expertos aconsejan no optar por una solución única. Cada aldea necesita medidas específicas, pero ninguna podrá definir un proyecto antes de saber qué pozos vierten su veneno en los cubos de los habitantes.